miércoles, 25 de abril de 2012

BREVE HISTORIA DEL TOTALITARISMO EN CUBA, POR TATIANA DÍAZ RODRÍGUEZ.POR

Tomado de: http://neoclubpress.com/cultura/historia-arquitectura-y-religion/3047-breve-historia-del-totalitarismo-en-cuba.html


La implantación del totalitarismo se realizó en Cuba sobre los escombros de la democracia, es decir, luego de destruir lo que restaba de las instituciones políticas y democráticas.  Con la huida de Batista, los cubanos creyeron que el país retornaba a la democracia interrumpida en 1952. Pensaron que moría la dictadura, sin percatarse de que terminaba de fenecer la República.

Grandes segmentos de la población consideraban que la política era algo sucio y que las personas decentes no se inmiscuían en ella. En relación con las instituciones democráticas, en los años 50 prevalecía el escepticismo, la indiferencia y, en numerosos casos, la total desconfianza. 

La lucha armada había puesto fin a la dictadura. Las fuerzas sociales que daban cuerpo a la corriente reformista, la clase media, los industriales, los sectores privilegiados de la clase obrera, no tenían una dirección política independiente y carecían de recursos propios para encauzar el entusiasmo popular hacía una transformación reformista, no radical; sus organizaciones estaban divididas; la gran mayoría de los industriales, los colonos y los hacendados apoyaron resueltamente al Movimiento 26 de Julio en los primeros meses de 1959. Algunos recelaron de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, pero prefirieron esperar el curso de los acontecimientos. 

El país carecía de una masa crítica de ciudadanos provistos de una visión jurídica y moral capaz de defender el Estado de derecho. No había partidos políticos organizados. El Poder Judicial carecía de prestigio, y fue destruido y rehecho al antojo de los nuevos gobernantes. Sindicatos, colegios profesionales, claustros universitarios, cayeron sin pena ni gloria.

Sobre el control de los medios se lanzaron desde el primer minuto. La mayoría de la prensa guardó silencio ante los primeros desafueros. Sintieron que era necesario darles un voto de confianza a los hombres que habían derrotado a Batista e iban a restablecer la democracia. Unos pocos órganos de prensa criticaron lo que estaba pasando, como el Diario de la Marina, pero fue sólo la minoría; la mayoría se plegó o decidió esperar. 

El último viso de libertad informativa se perdió el 13 de mayo de 1960 con el cierre del Diario de la Marina. Nada escapó al control: el cine, la radio, la televisión, el libro, la prensa escrita. El Estado monopolizó todos los medios y se creó, así, una especie de país virtual donde todo es perfecto, tan perfecto que resulta increíble.

El secretismo comunista clasificó en Cuba de restringidas, confidenciales o secretas cuestiones que hasta 1959 eran del dominio público. En la primera reunión del Consejo de Ministros de 1960, todos los empleos del país quedaron bajo control estatal, aboliéndose la libertad laboral, el derecho al libre empleo y la libre contratación, mediante la aprobación de la Ley Orgánica del Ministerio del Trabajo, que propendía al fortalecimiento de este organismo para ordenar, dirigir, supervisar y ejecutar la política laboral de la revolución. En virtud de esta ley, el Banco de Seguros Sociales de Cuba quedó sujeto a la fiscalización del Ministerio del Trabajo. 

El 11 de marzo, se acordó la Ley de Procedimiento Laboral, que sometía a los diferentes órganos del Ministerio del Trabajo todos los conflictos y cuestiones derivadas de las relaciones laborales. 

La banca había sido centralizada en el Banco Nacional de Cuba, la prensa estaba siendo amordazada, controlada y convertida en cómplice. Existían tribunales revolucionarios capaces de juzgar de forma expedita y sumaria a los opositores, de acuerdo con leyes de tiempo de guerra. Las empresas privadas eran confiscadas. Todos los empleos del país estaban bajo control estatal, al abolirse, por ley, la libertad laboral, el derecho al libre empleo y la libre contratación.

Hacia finales de 1959, el gobierno revolucionario había logrado someter a los sindicatos a su control. Los líderes sindicales comunistas poseían una  vasta experiencia, y sus contactos con la Unión Soviética les daban un gran valor como aliados en el proceso de radicalización. 

A finales de 1960, el Estado controlaba los principales medios de producción. Cuba ya no tenía una economía capitalista y las clases económicamente activas habían sido relegadas al pasado. 

En mayo de 1960, Fidel Castro, ante un millón de cubanos, anunció que no convocaría a elecciones, y el pueblo presente en la Plaza aplaudió la decisión de su máximo líder. La revolución polarizó ideológicamente al país y no permitió la neutralidad. El grito de batalla era “Con Cuba o contra Cuba”. 

La otra organización revolucionaria de fuerza, el Directorio Estudiantil 13 de Marzo, se encontraba desarmada. Después de una breve resistencia inicial, sus miembros habían consentido en entregar las armas. Los liberales fueron desaparecidos del gobierno. La revolución barría con la disidencia. Organizaciones como la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) entregaron su dirección a la revolución. Finalmente, el 13 de Marzo de 1961, se crean las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), en la que se juntaron el Movimiento 26 de Julio y el Partido Socialista Popular (PSP).

En 1961, Fidel declaró el carácter socialista de la revolución. Para los trabajadores y el resto de las clases populares en Cuba, el socialismo no constituía una alternativa, pero su movilización en el contexto de la sociedad cubana de la época permitió a la dirigencia comunista optar por ese camino. La dinámica interna del proceso de radicalización política, centrada en la figura de Fidel Castro, se encontraba en esas grandes movilizaciones populares. Para sostenerse en el poder y hacer perdurar el proyecto radical, eliminaron toda actividad política independiente y se aliaron, en el marco de la Guerra Fría, a la Unión Soviética. 

Durante las cuatro décadas siguientes, la beligerancia con los Estados  Unidos ocuparía un lugar primordial. Se impondría una férrea unidad tras la figura de Fidel Castro. La política aplicada incluía la negación de la diversidad y la independencia de las organizaciones. En nombre de la supervivencia, se centralizó rígidamente el poder y se eliminó toda forma de autonomía. No habría en el marco creado perspectivas para la democracia. 

En 1968, realizaron la que llamaron “ofensiva revolucionaria”, que barrió con todas las pequeñas empresas privadas, y no perdonó ni a las quincallas ni a los timbiriches. En el curso de esa ofensiva, desaparecieron los granizaderos, los heladeros, los vendedores de maní. En ese intento por llevar la estatización a todos los niveles de la vida económica, dejaba de existir en Cuba, como anunciaron, “todo vestigio de propiedad privada sobre los medios de producción”. Fidel Castro le imponía a los cubanos un sistema totalitario de corte estalinista, en el que tenían fuerte peso las ideas trotskistas, las doctrinas de Mao, el caudillismo latinoamericano y la propia personalidad de Castro. En resumen, el castrismo, una especie de césaro-trotskismo latinoamericano. 

En 1965, la revolución tenía ya una “organización de vanguardia”, el Partido Comunista de Cuba (PCC). Sin embargo, ese partido no legitimaba a la revolución, sino que, más bien, eran Fidel Castro y la revolución los que le otorgaban legitimidad. 

Esta situación marcaría una de las diferencias fundamentales del PCC y el sistema totalitario en Cuba con el resto de los estados totalitarios de Europa del Este, fundamentalmente la URSS. 

En los años sesenta, se alteró el ritmo de la vida nacional, se afectaron las costumbres y las tradiciones, se produjo una ruptura con el pasado, se fomentó una educación atea, se prohibieron las celebraciones religiosas, se cambiaron los textos de historia y las efemérides patrióticas, se acabó con el pluripartidismo. Más allá de la simple colectivización de los medios de producción, más allá de nacionalizaciones, las intervenciones, las confiscaciones y las ofensivas revolucionarias; más allá de la sustitución de la economía de mercado, de la desaparición de la propiedad privada, se destruyó la cultura cristiana y el modo de vida occidental, porque se extirparon creencias, tradiciones y valores. 

Los sindicatos fueron prácticamente disueltos entre 1967 y 1968. ¿Para qué hacían falta, si estaba en el poder el partido de los obreros y los campesinos? ¿Para qué detenerse en asuntos secundarios, en problemas laborales y en la defensa de los derechos de los trabajadores, si estaban construyendo el comunismo? 

La consolidación institucional del totalitarismo se realizó en los años 70 con la institucionalización del país, la creación del llamado Poder Popular y la elaboración y puesta en práctica de una Constitución al estilo de la de la Unión Soviética. El propósito de la institucionalización era confirmar el socialismo y fortalecer el sistema totalitario mediante un proceso de burocratización. El pueblo seguiría subordinado al PCC y su máximo líder, y no tenía derecho a rechazar al castrismo, bajo ningún concepto o razón. 

Uno de los principales objetivos de la institucionalización era distinguir entre la dirección política, la administración y la inclusión del pueblo en el sistema político. Esto es: el PCC tenía que gobernar; el Estado, administrar, y las organizaciones populares mantener “el contacto con las masas”. 

Con la Constitución de 1976, el castrismo tuvo un reglamento; con las reformas del 2002, un dogma. Cuba sería, según ley, un Estado comunista de partido único y propiedad colectiva hasta el fin de los tiempos, contra toda lógica y a pesar de los efectos que el sistema traiga a los cubanos. Se declaró infalible un sistema que funciona a contramarcha de la Historia y que está preñado de fracasos, dolor e injusticias, desgastado por 53 años de experimentos fallidos y de fracasos. 

Éste es el panorama que tienen que enfrentar los cubanos ante un posible retorno a la democracia: medio siglo de totalitarismo que ha borrado toda huella de pluripartidismo, toda huella de labor política independiente. Los cubanos que viven hoy en la isla, en un alto porcentaje, no conocen otra cosa que el régimen en que les ha tocado vivir desde su nacimiento. 

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